Haz de mí tu cenicero

El protagonista de “Haz de mí tu cenicero” es adicto a que le apaguen cigarros en la espalda. Ya desde adolescente empezó a notar una terrible atracción por los cigarrillos, hasta el punto de tener su primera experiencia en el velatorio de su abuela, junto a un tío lejano que apenas conoce y que, en medio de un parque abandonado, decide fumarse un puro. Los recuerdos de su infancia, la soledad de sus días, su piel que grita pidiendo compañía. En una calurosa tarde, y mientras siente unas ganas tremendas de volver a hacer su fantasía realidad, el protagonista coge el móvil y queda con un desconocido.

Ahí tenéis, como siempre, un pequeño adelanto de “Haz de mí tu cenicero” que, por supuesto, formará parte de “Nosotros, criaturas abisales”:

«En días como hoy me cuesta entender por qué mis amantes se escandalizan cuando les pido aquello que yo llamo «Haz de mí tu cenicero». La mayoría de ellos desaparecen a la primera de cambio con alguna excusa estúpida porque son incapaces de decirme lo que en realidad piensan: que soy un enfermo. Antes solía tantearles, les daba pistas, investigaba sus preferencias, pero ahora simplemente disfruto viendo sus caras de desconcierto y sus miradas de recelo cuando les pido que me apaguen un cigarro en la espalda. Cierto es que no me resulta muy difícil encontrar a alguien que se anime a subir a casa para pasar un buen rato. Una vez arriba, llaman a la puerta con impaciencia y una especie de gesto sombrío en la cara que me hace sentir un placentero cosquilleo en los genitales. Yo, detrás de la mirilla, doy una última calada antes de abrir la puerta envuelto en una nube de humo y deseo. De vez en cuando tengo suerte y encuentro a alguien predispuesto a entrar en mi mundo de nicotina sexual con entusiasmo y ganas de hacer de mí su cenicero. Recuerdo, por ejemplo, al hijo del propietario del estanco, que, desde un primer momento, empatizó tanto con mis fantasías que recé para que no desapareciera nunca de mi vida hasta que, dos meses más tarde, decidió echarse novia y hacerse agente forestal. Me dijo que era el menor de tres hermanos y el único que echaba una mano a su padre cuando iba al bar a emborracharse y a quemar sus ahorros como si de un cartón de Ducados se tratase».

Deja un comentario

Crea un blog o un sitio web gratuitos con WordPress.com.

Subir ↑