Alas de metal

El siguiente protagonista de «Nosotros, criaturas abisales» nos cuenta en primera persona parte de su infancia y adolescencia. Marcado por el onanismo y la soledad, Rodrigo vive con sus padres encima de la pastelería que regentan desde que tiene uso de razón. Su madre, controladora y de carácter metálico e infranqueable, y su padre, casi inexistente e infiel por naturaleza, le marcan más de lo que él mismo cree. Una historia donde el deseo, las ganas de huir, la compulsión masturbatoria y los esfuerzos de una madre por destrozarlo todo con sus alas de metal sacuden a Rodrigo por dentro hasta empujarlo a algo que nunca habría imaginado que podría hacer.

Aquí podeís leer el comienzo de «Alas de metal», otro de los relatos que formarán parte de «Nosotros, criaturas abisales«:

«Un día mi padre abrió un cajón, sacó una foto y, sin ni siquiera mirarme a los ojos, la puso encima de mi mano. Se trataba de una ecografía de cuando yo hacía apenas seis meses que había sido concebido y mi madre unas ganas terribles de arrancarse la barriga y lanzarla por el balcón. En ella se podía ver lo bien que me lo pasaba nadando en líquido amniótico mientras me tocaba el colgajo que tenía entre las piernas. Papá me contó que estuvieron riéndose un rato en la consulta del ginecólogo, excepto mi madre que, con semblante serio, miraba la pantalla de aquella máquina que proyectaba mi vida neonatal como quien mira una peli porno de fetos: entre escandalizada y asqueada. Mientras tanto, mi padre y el médico no paraban de reír y hacer bromas sobre el hecho de que, en vez de dar patadas a la barriga de mi madre, me estaría matando a pajas varias veces al día. Años más tarde, y con la foto en la mano, supe cuánta verdad había en aquella ecografía».

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