Pasajes urbanos IV

Me viene a la cabeza aquel día en el que nos vestimos con bañadores de color estridente, gorras deshilachadas y sandalias de cuero. Me retaste a una carrera de bicis porque sabías que ibas a ganar. Yo también lo sabía: siempre he ido por detrás de ti. La sensación de ahogo por no poder mantener el ritmo, por no ser suficiente, por sentirme la grava bajo las ruedas de tu coche, el humo que sale del tubo de escape o la sombra que se esconde en el punto muerto del espejo retrovisor.

Un día me paré a descansar y te perdí. De lejos, seguiste pedaleando sin ni siquiera mirar hacia atrás. Se hizo de noche y seguí esperando sentado en un banco de madera que me raspaba los muslos. Justo en ese momento, supe que había ganado la carrera.

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